Mensaje dominical del Obispo de Irapuato Enrique Díaz. 14 de mayo de 2023

Mensaje dominical del Obispo de Irapuato Enrique Díaz. 14 de mayo de 2023

mayo 14, 2023 Desactivado Por Opinión Bajío

Voz del Pastor

Jesús resucitado no nos deja en la orfandad TOTAL 4464 CARACTERES

San Juan 14, 15-21: “Yo le rogaré al Padre y Él les dará otro Paráclito”

San Pedro hoy nos invita: “Veneren en sus corazones a Cristo, el Señor, y estén dispuestos siempre a dar, al que las pidiere, las razones de la esperanza de ustedes”.  ¿En qué basamos nuestra esperanza? No podemos decir que en la fortaleza de nuestras instituciones; no podemos poner nuestra seguridad en la santidad de cada uno de sus miembros; no podemos argumentar fuerza ni sabiduría; nuestra única esperanza será Jesús y de esta esperanza estaremos prontos a dar nuestras razones. La Iglesia, por el contrario, siempre se presentará como un claroscuro, como una mezcla de imágenes positivas y negativas, como una comunidad de personas santas y pecadoras.

Las lecturas de este día parecen jugar con esta serie de contrastes: San Pedro nos lanza a considerar el estilo y el costo que implica seguir a Jesús. Este nos asegura que no dejará desamparados a sus discípulos; y a Felipe lo vemos con todo el entusiasmo lanzado a llevar Buena Nueva a Samaria que ni en sueños lo hubiéramos podido imaginar.

Aparecen muy diversas imágenes de Iglesia. Se vislumbra la Iglesia de la interioridad, pero también la que se aventura y se arriesga a llevar el anuncio público; la del consuelo y la de la inseguridad; la de la fuerza y la del respeto; la que interpela y cuestiona, pero también la que es sometida a la prueba y a la interpelación; la que predica y la que viene puesta en duda, obligada a dar cuentas y llamada a la coherencia. Diríamos que desde los inicios aparece la Iglesia portadora de Evangelio, pero llevándolo en vasos frágiles. Jesús aun en los momentos más dulces del adiós, es muy claro que no se contentará con una vaga demostración de amor de parte de sus discípulos, sino que exige una prueba precisa y decisiva: “si me aman, cumplirán mis mandamientos”, se deberá constatar puntualmente en las obras, el amor que estamos declarando.

El criterio es único: el cumplimiento de los mandamientos, de su mandamiento preciso: “amarse los unos a los otros”. Sólo quien ama puede decir que está siguiendo el camino de Jesús y se le puede considerar discípulo confiable. Si lo amamos le podremos pedir todo y no nos sentiremos huérfanos ni abandonados. Pero atención, no es un mandamiento opcional a cumplirse o no, según las preferencias y los gustos de cada quien. Es fundamental y sólo así se demuestra que somos sus discípulos y sólo así estaremos dando razones de nuestra fe. La razón fundamental del cristiano, lo que lo mueve, el estilo propio de su conducta es el amor.

El Espíritu Santo, don de Cristo

Cristo aparece preocupado por el futuro de sus discípulos y amigos. No quiere que se sientan abandonados, que sufran la soledad y se dejen llevar por el desaliento. Por eso, hoy Cristo nos anuncia una nueva presencia divina en nosotros, muy dentro en nuestro corazón, en nuestra vida diaria, al asegurarnos tres diferentes modos para sostener su comunidad: una presencia suya nueva en medio de nosotros, la donación del Espíritu Santo y el darnos a conocer que “yo estoy en mi Padre, ustedes en mí y yo en ustedes”. Es decir, asegura la presencia íntima de la Trinidad en el corazón de los creyentes. Con ello nos manifiesta el cambio de relación entre Dios y nosotros. La comunidad y cada miembro se convierten en morada de la divinidad. Nos hacemos templo y santuario de Dios. Dios ya no está fuera de nosotros, sino en nosotros mismos y de ahí brotan un cúmulo de consecuencias: la dignidad del hombre y la naturaleza, la exigencia del respeto al otro que también es santuario de Dios, la primacía del amor sobre los ritos y de la vida sobre la doctrina. Dios está vivo en medio de nosotros, no es doctrina, ni ley, sino vida. A quien nos pida razones de esperanza deberemos mostrarle no doctrina ni leyes, sino vida interior.

¿Cuáles son las razones de nuestra esperanza y en qué fincamos nuestra vida? ¿No habremos perdido demasiado el tiempo en cosas secundarias y nos habremos olvidado de amar al estilo de nuestro maestro y pastor? ¿Cuál sería la señal distintiva de nosotros cristianos, de nuestras familias y de nuestras comunidades? ¿Es el amor?