Mensaje dominical del obispo de Irapuato Enrique Díaz. 19 de marzo de 2023

Mensaje dominical del obispo de Irapuato Enrique Díaz. 19 de marzo de 2023

marzo 19, 2023 Desactivado Por Opinión Bajío

La Voz del Pastor

San Juan 9, 1-41: “Fui, me lavé y comencé a ver”

El Evangelio de San Juan nos sorprende al presentarnos a Jesús como la luz verdadera. Lo hace a través de una narración viva y contrastante donde los sencillos descubren la luz y los sabios se quedan en oscuridad.

Deberíamos leer y releer atentamente esta narración del “ciego de nacimiento” porque cada palabra, cada personaje y cada detalle tienen una enseñanza para nuestra vida interior. Colocarnos en el lugar de cada uno de los personajes y experimentar sus sentimientos. Encontrar a Jesús siempre implica un gran cambio en la vida, una transformación interior y un riesgo que involucra toda nuestra persona.

No hay peor ciego que el que no quiere ver y San Juan lo muestra muy claro. El inicio de la narración, además de describirnos levemente la situación del ciego, nos presenta la miopía de los discípulos, fieles exponentes de las creencias de su tiempo. Mirar todo bajo la óptica del pecado y de la acusación: echar culpas sobre los otros y analizar las situaciones sin aportar nuestros esfuerzos, son prácticas de todos los tiempos.

Pero Jesús no mira así. Jesús entiende aun las peores situaciones como momentos de gracia y siempre encuentra la oportunidad para que “se manifiesten las obras de Dios”.

A continuación, aparecen los fariseos. Para ellos es más importante la ley que la vida. Ya desde aquel tiempo valían más las normas que la persona e importaban más los propios intereses que el dolor humano. Las luchas por el poder y el prestigio son más fuertes que el cuidado y bienestar de los más pequeños. Lo triste es que no se dan cuenta.

Desde su óptica creen cumplir con Dios y también con la humanidad y lo único que hacen es utilizar tanto a Dios como las personas para su egoísmo.

Es la constante realidad de quien a sus ojos y a su corazón le pone las gafas de la utilidad, de las normas y de las estructuras. Como los fariseos nos parecen ridículos, también así aparecen nuestros programas, los planteamientos neoliberales, los negocios de las potencias y los pleitos de los partidos políticos que pasan por encima de la persona. No miramos el corazón del otro.

Ya le decía el Señor a Samuel: “El hombre se fija en las apariencias, pero el Señor se fija en los corazones”. ¿Podremos mirar a la persona por encima de las apariencias?

Clarísima la respuesta de los papás, afirmando que son conscientes de todo el problema, pero también lavándose las manos: “Pregúntenselo a él; ya tiene edad suficiente y responderá por sí mismo”. Quizás sea el espejo de muchos que hablamos y denunciamos las injusticias y la mentira, pero que después no estamos dispuestos a afrontar las consecuencias ni en la vida personal, ni en los riesgos que nuestra denuncia conlleva. Es sabio hablar de Dios, pero es comprometedor mirar con sus criterios. San Pablo nos da criterios claros para ver si nuestra mirada es de luz, cuando actuemos con bondad, con santidad y con verdad seremos de la luz.

Elegir una religión de vida, no de muerte

El ciego, en cambio, se transforma en luz. Primero se deja amar y levantar por Jesús. No opone resistencia ni quiere continuar con su mismo estilo de vida: dependiendo de los otros. Crece, pero también acepta el reto que da la independencia. Comienza simplemente narrando los hechos, pero decir la verdad compromete cada vez más y empieza a vivir la oposición.

Descubre entonces que Cristo es un profeta porque le ha devuelto la luz, aunque tenga que contradecir a los fariseos que lo acusan de impostor. Entonces es expulsado, pero encuentra libertad. Y llega al fin a un encuentro pleno con Jesús, no sólo con el curandero, no sólo con el profeta, sino con el Hijo del hombre que dialoga con él, que le da nueva luz.

Y exclama jubiloso: “Creo, Señor”. Es el camino de la oscuridad a la luz, desde el mirar y pensar con los criterios humanos, hasta el mirar y pensar con los criterios de Jesús.

¿Nosotros con qué ojos miramos el mundo? ¿Con qué criterios estamos actuando? ¿Cómo ha sido nuestro seguimiento de Jesús? El camino para descubrir a Jesús es dinámico. No termina, cada día debemos iluminar nuestro corazón con la luz de su amor y cada día debemos confrontar nuestras obras con sus criterios.