Mensaje dominical del Obispo de Irapuato Enrique Díaz. 29 de enero de 2023

Mensaje dominical del Obispo de Irapuato Enrique Díaz. 29 de enero de 2023

29 enero, 2023 Desactivado Por Redacción

IV Domingo Ordinario / 29 de enero de 2023

IV Domingo Ordinario / 29 de enero de 2023

Mons. Enrique Díaz Díaz, Obispo de Irapuato

La última de las bienaventuranzas concluye con un grito de alegría: “Alégrense y salten de contento”, donde Cristo proclama con absoluta certeza dónde encontraremos la felicidad. Pero la premisa nos lleva por caminos contrarios a la propuesta de nuestra sociedad: “Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía”.

Y son las mismas palabras que el Papa Francisco toma para presentarnos la santidad: Gaudete et exultate. Nada es más iluminador que volver a las palabras de Jesús. Jesús explicó con toda sencillez qué es ser santos, cómo ser felices, y lo plasmó en las bienaventuranzas. En ellas se dibuja el rostro del Maestro, que estamos llamados a transparentar en lo cotidiano de nuestras vidas.

A veces me imagino a Jesús visitando nuestra Iglesia y nuestra sociedad y contemplando las estructuras que hemos creado: viejas, obsoletas, oscuras y arruinadas, que queremos poner al día sólo con remiendos y parches. ¿Qué nos diría Jesús? Me imagino que algo parecido a lo que sugería el Vaticano II con todas sus novedades y que ahora retoma el Papa Francisco: “No necesitamos poner parches, sino construir una Iglesia y una sociedad nueva, abierta, con bases firmes, con mucha luz, donde quepan todos los hermanos…”

Y este domingo es uno de esos días que se siente uno cuestionado fuertemente por las palabras de Jesús. Nos presenta sus “bienaventuranzas”. Es decir, su programa para responder a lo más profundo de toda persona humana: el anhelo de felicidad.

El gran sueño de Jesús se resume en el Sermón del Monte que ahora se inicia con estas exigentes propuestas. Anunciar la utopía de la vida, generando esperanza, justicia y amor, es la primera predicación de Jesús y es la primera exigencia para el cristiano y para su Iglesia.

Bebiendo del Espíritu de Jesús

Hemos escuchado tantas veces las bienaventuranzas que ya no captamos el sentido revolucionario y novedoso que encierran. “Dichosos los pobres de espíritu…” y cada una de ellas nos lleva a poner en juicio todas las estructuras y condicionamientos de un mundo que ha basado su felicidad en el tener y el poder, que todos sus esfuerzos los encamina a fortalecer y alimentar la propia felicidad y se ha desentendido de la miseria de los hermanos.

Así han nacido sistemas, imperios, naciones que basan su ser y quehacer en la economía, en las armas, en el bienestar propio aun a costa de la pobreza de los demás. Jesús proclama dichosos a los pobres, los sufridos, los que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia, los que trabajan por la paz, los perseguidos por causa del bien. Consideradas por los grandes de este mundo, las bienaventuranzas aparecerán como una aberración, como ocho normas para fracasar en la vida, como un estorbo para el triunfo.

Hay quienes, para huir de esta interpretación, las espiritualizan y las ven como un bello ideal que sólo se cumplirá en el cielo. El compromiso personal se diluye en la pasividad de lo imposible y nos condena a seguir en lo mismo.

Pero ésta no es la actitud ni el comportamiento de Jesús. La vida, ejemplo y conducta de Jesús son la clave para entender las bienaventuranzas. Nadie más pobre que Él, nadie más comprometido con la paz y la justicia, nadie más perseguido, nadie más limpio de corazón y sin embargo ¡nadie más feliz que Él!

Quien deja penetrar el texto de las bienaventuranzas en su corazón descubre que son como una velada biografía interior de Jesús, como un retrato de su figura. En las bienaventuranzas se manifiesta el misterio de Cristo mismo y nos llama a entrar en comunión con Él.

Las bienaventuranzas son la norma suprema de conducta para el cristiano. Solamente quien las practica puede entenderlas en todo su sentido porque suponen una inversión total de los valores que el mundo nos propone.

¿Cómo estamos viviendo las bienaventuranzas? Repasemos cada una de ellas, meditémoslas frente a la vida de Jesús y quizás descubramos que debemos cambiar todo nuestro estilo de vida para ser verdaderos cristianos. A veces nos quejamos de que no somos felices. ¿Nos hemos puesto a pensar por qué?