Mensaje dominical del Obispo de Irapuato Enrique Díaz. 25 de diciembre de 2022
25 diciembre, 2022Jesucristo, horizonte de luz y de salvación para el mundo
Es el grito de Isaías que, en medio de las dificultades de Israel, pregona la esperanza a un pueblo oprimido y amenazado, doblegado y al borde de la desesperación. Es también el anuncio lleno de fe y de esperanza que los cristianos enviamos a todos los hombres y mujeres que, a pesar de la oscuridad y de las sombras, siguen sembrando ilusiones, llenando de luz, construyendo y reconstruyendo con esperanza.
Hoy también, en este día de Navidad, en medio de un mundo devastador, en medio de inseguridades e injusticias, por encima de todas las catástrofes, rompemos el silencio para anunciar nuestra salvación. No todo está perdido.
Queremos alentar la lucha sincera de quienes promueven la justicia y la paz. Queremos unir nuestras manos y nuestras fuerzas a quienes llevan luz y esperanza en medio de la oscuridad.
Isaías anuncia jubiloso la conclusión de la opresión, que permite el gozo de la cosecha, y el fin de la guerra, que aleja el yugo opresor ¡Cómo quisiéramos hoy poder decir que la corrupción, la discriminación, la pobreza, la miseria y las guerras han concluido!
Nos gustaría afirmar que no hay más yugos opresores, y que tenemos la bella alegría de sabernos todos hermanos. Pero no; no han concluido estas desgracias que sufre nuestro pueblo. Sin embargo, podemos afirmar que hay hombres y mujeres que, llenos de esperanza, continúan luchando por un mundo nuevo.
El niño recién nacido es la máxima expresión de este sueño. Si ha terminado la opresión, si ha concluido la guerra, es porque ha nacido un niño. Ha aparecido la luz. La luz revela la presencia de Dios, desde el primer día de la creación, hasta el momento en que la Palabra, “que es la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo”, se hace carne y habita en medio de nosotros.
Esta es la razón de nuestra alegría y el motivo que alienta nuestra lucha: “Un niño nos ha nacido”. Es Dios hecho hombre quien cambia nuestra oscuridad en luz. La mayor presencia de Dios es hacerse carne como nosotros.
Al igual que los pastores, hoy nosotros nos vemos sorprendidos y “la gloria de Dios nos envuelve con su Luz”. Y a la luz de este niño, todo cambia. Las tinieblas no pueden vencer a la luz. El egoísmo, la ambición, la corrupción, por grandes que sean, no lograrán vencer a la luz.
¡Esta es la razón de nuestra esperanza! Nuestros pobres esfuerzos están unidos a la debilidad y pequeñez del niño que se acurruca en los brazos amorosos de María. Pero con este niño, “consejero admirable”, “Dios poderoso”, no tendremos miedo.
Él hace nacer en nosotros la verdadera esperanza. Por eso hoy nos unimos a todos los hombres en la esperanza. ¡Ha nacido un niño, que es nuestra esperanza! ¡Un niño que es “Dios-con-nosotros”.
Esta presencia salvadora se encarna sobre todo en los más pequeños y los transforma; los impulsa a soñar una nueva sociedad. La esperanza viva es la fuerza milagrosa que nos libra de todas las trampas del desaliento, del círculo vicioso de la queja inútil, de la crítica destructora o de la indiferencia estéril y nos lanza a ser constructores de paz.
Es hermoso ver cómo los más sencillos, dejando a un lado las frustraciones amargadas, rompen los egoísmos y divisiones, se ponen a construir y llevan luz y esperanza a todos sus hermanos.
Que unidos a este niño “que nos ha nacido”, construyamos todos juntos la verdadera paz anunciada por los ángeles a aquellos sorprendidos pastores. Que la luz de Cristo ilumine a todos los hombres y mujeres, y que su amor se extienda a toda la tierra. ¡Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad!