Mensaje dominical del Obispo de Irapuato Enrique Díaz. 4 de septiembre de 2022

Mensaje dominical del Obispo de Irapuato Enrique Díaz. 4 de septiembre de 2022

4 septiembre, 2022 Desactivado Por Opinión Bajío

Decidirse por Jesús sin “medias tintas”
XXIII Domingo del Tiempo Ordinario / 4 de septiembre de 2022
Mons. Enrique Díaz Díaz, Obispo de Irapuato

Quizás a muchos les parezca sorprendente y hasta intolerable lo que nos presenta hoy el Evangelio, para Jesús no es así: hay cosas importantes, hay cosas hermosas, pero hay cosas que son indispensables y que son primero. Tres valores que parecerían insustituibles para toda persona pero que confrontados con el seguimiento de Jesús perderían su prioridad son presentados por el Maestro: la familia, el propio valor, y
todos los bienes.

Todos nosotros ponemos como prioridad la familia y cuando se descompone, nos descomponemos también nosotros. Una familia desunida pierde la estabilidad necesaria para proteger a sus miembros y defender su honor. Sobre todo, en tiempos de Jesús la familia pide fidelidad total.

Pero Jesús no lo ve así, sino que hay algo más importante: el reino de Dios que está brotando y que pide todas las energías disponibles. Jesús sabía que aquellas familias estaban controladas por la autoridad indiscutible del padre y que todos vivían sometidos a sus decisiones. Jesús pide libertad. No es el rigorismo que impone leyes, es el amor que llena el corazón y que impulsa a crear nuevos lazos, a ampliar la familia, a tener nuevas relaciones.

La segunda exigencia: negarse a sí mismo y cargar la cruz. Tanto se ha insistido en el valor de la propia persona que parece que todo se centra en una autocontemplación y una autocomplacencia. “Nadie hay más importante que yo”, “quiérete primero a ti mismo”, “si no te cuidas tú ¿quién te va a cuidar?” … son algunas de tantas frases que buscan fortalecer y afianzar la propia personalidad colocando al individuo como centro
del universo.

Y tendrían razón, porque nada hay más valioso que la propia persona, pero cuando se adopta una actitud narcisista y autocomplaciente, termina por caer como ídolo de barro. La persona tiene que tener una referencia importante hacia Dios y hacia su reino.

Por eso Jesús exige que quien lo siga, se niegue a sí mismo, no en el desprecio masoquista, sino en la valoración real, dándole a Dios su verdadero lugar. Cuando se sabe amada por Dios, cuando se reconoce con una misión especial, cuando se entiende como una parte fundamental de la fraternidad, la persona adquiere su verdadero sentido.

La cruz no consiste en soportar injusticias gratuitas o en añadir sufrimientos a la dura jornada, sino en asumir las consecuencias que provoca el seguimiento de Jesús, la construcción del reino y el amor a la verdad.

El reino es lo absoluto “Cualquiera que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo”, parecería
esta la condición más lógica pero quizás sea la más difícil. Nos hemos enamorado tanto de los bienes, que parecen una simbiosis del hombre moderno, a tal grado que muchos valoran al hombre por los bienes que tiene. Muchos se han suicidado al perder sus posesiones porque ya no le encuentran sentido a la vida… y sin embargo son cosas superficiales según la expresión de Jesús. Para Él lo llena todo el reino y vive feliz proclamando su amor y su justicia.

Junto a Él se respira un aire nuevo, inusitado y único, su presencia lo llena todo. Él es el centro e irradia nueva luz, sus curaciones, su predicación, sus preferencias por los pobres, todo manifiesta la presencia del amor de
Dios, del reino que llega e invade todo. ¿Mucho soñar? Para quien ha estado enamorado no le parece extraño que el amor todo lo transforme. Y si nuestro amor es el amor que recibimos y damos al Padre, entonces no tiene comparación.

Cuando se entra en la dinámica del amor del Padre, lo propio deja de ser de uno y es de quien lo necesita y se ofrece con gusto. Hay quienes quisiéramos quitar el aguijón al Evangelio y que las palabras de Jesús
fuesen menos radicales, pero el Maestro es tremendamente exigente.

No nos hagamos ilusiones: ¿hemos hecho una cruz blanda a nuestra manera? ¿Suavizamos el cristianismo hasta convertirlo en una religión insípida y sin compromiso? ¿Nos entretenemos en las cosas buenas pero secundarias, sin llegar al centro del Evangelio?