Mensaje dominical del obispo de Irapuato Enrique Díaz. 26 de junio de 2022

Mensaje dominical del obispo de Irapuato Enrique Díaz. 26 de junio de 2022

26 junio, 2022 Desactivado Por Opinión Bajío

En libertad cristiana frente a los “jefes” y “señores” del mundo

XIII Domingo del Tiempo Ordinario / 26 de junio de 2022

Mons. Enrique Díaz Díaz, Obispo de Irapuato

Uno de los temas que este domingo nos han sugerido las lecturas es la libertad. Quizás no haya nada tan apreciado por la humanidad como este precioso don, pero también quizás no haya nada que se haya utilizado perversamente para esclavizar como su nombre.

En su nombre se han forjado los más grandes ideales de las naciones y en su nombre también se han cometido las más perversas atrocidades. Si en siglos pasados se decía que la mayor parte de la humanidad no tenía nada más que perder sino sólo sus cadenas, ahora podríamos decir que muchas personas creen poseer todo gracias a las cadenas que los atan y de las cuales no se dan cuenta.

San Pablo nos pone en este camino de reflexión cuando afirma que “Cristo nos ha liberado para que seamos libres. Conserven, pues, la libertad y no se sometan de nuevo al yugo de la esclavitud”. ¡Qué fácil pasan desapercibidas las suaves cadenas y finos hilos que nos atan! Muchas veces quien más libre se dice, demuestra que es esclavo de sus pertenencias, de sus vicios, de sus ideologías o de sus propias miserias.

El pasaje de San Lucas que hoy escuchamos, nos muestra a Jesús subiendo a Jerusalén, libremente, conscientemente, a pesar de que conoce las dificultades que allá encontrará y sospecha todo lo que puede suceder. No es esclavo ni de sus miedos, ni de sus conveniencias, ni de su ambición. “Jesús tomó la firme determinación de emprender el viaje a Jerusalén”.

En su decisión no encontramos obligación sino adhesión libre, a pesar de los obstáculos, a la búsqueda de la construcción del reino y al cumplimiento de la voluntad del Padre. La auténtica libertad es costosa, requiere empeño y honestidad.

El verdadero discípulo es libre frente al mundo

Por eso cuando alguien pretende seguirlo, o Él mismo invita a alguien, lo primero que le pide es libertad. Los tres ejemplos que hoy nos narra San Lucas iluminan con claridad meridiana lo que acontece en nuestras decisiones. Parecerían ejemplos de otro tiempo, pero también ahora las sutiles cadenas de la técnica, del conformismo, de la publicidad, de la comodinería, nos atrapan e inmovilizan, y muchas veces ni siquiera nos damos cuenta de ello.

Gritamos desaforados cuando nos limitan o cuando desaparecen ciertas prestaciones obtenidas, pero callamos torpemente, cuando se nos manipula con ilusiones, con pan y circo… Nos han sobornado para que callemos ante muchas esclavitudes. Jesús es tan libre que pide a quien lo siga que no se detenga porque no hay casa o lugar donde reclinar la cabeza.

No pretende que se viva en condiciones inhumanas, sino que el corazón no se deje atar por las cosas materiales. Cuando pide que los muertos entierren a sus muertos, nos pide quitar las ataduras de tradiciones que esclavizan, de la cultura de muerte y del inmovilismo y la indiferencia.

Y si alguien siente que es mucho pedir cuando dice que quien pone la mano en el arado y vuelve la vista atrás no sirve para el reino de Dios, basta que examine con detención la facilidad con que se olvidan los ideales, la forma en que se manipulan los valores, la inconstancia y el relativismo que hace que “todo valga lo mismo”.  Los valores del reino exigen un seguimiento en verdadera libertad y para construirlo se requieren hombres y mujeres libres. Se necesita educar y educarse en el verdadero juicio, saber escoger con coherencia, vencer los condicionamientos, sobre todo aquellos sutiles e imperceptibles, pero que atan e impiden la marcha.

¿Cuáles son las ataduras que nos impiden seguir a Jesús y amar a nuestro prójimo? ¿Nos hemos hecho intolerantes y agresivos con quienes no piensan como nosotros? ¿Cómo estamos educando en la libertad a los niños y a los jóvenes? ¿Hay verdadera libertad o sólo libertinaje? Recordemos las palabras de San Pablo y guardémoslas en nuestro corazón: “La vocación de ustedes es la libertad”.