Mensaje dominical del obispo de Irapuato Enrique Díaz. 29 de mayo de 2022

Mensaje dominical del obispo de Irapuato Enrique Díaz. 29 de mayo de 2022

29 mayo, 2022 Desactivado Por Opinión Bajío

Fieles a la tierra, camino del cielo

La Ascensión del Señor / Domingo 29 de mayo de 2022

Mons. Enrique Díaz Díaz, Obispo de Irapuato

Si durante muchos años los cristianos fuimos acusados de haber puesto demasiado los ojos en el cielo y casi habernos olvidado de la tierra, en los últimos tiempos parecería lo contrario: nos hemos centrado tanto en la tierra que hemos olvidado buscar el cielo.

Entiéndase bien: no se trata de manipular con la esperanza del cielo, pues es cierto que una esperanza mal entendida ha conducido a muchas personas a abandonar la construcción del reino o a cuestionar toda felicidad o logro terrestre. Pero también es cierto que la esperanza cristiana consiste precisamente en buscar y esperar la plenitud y realización total de esta tierra, en el cielo.

Creer en el cielo, no es abandonar la tierra, sino todo lo contrario: es querer ser fiel a esta tierra hasta el final, sin defraudar o desesperarse de ningún anhelo o aspiración verdaderamente humanos. La fiesta de la Ascensión de Jesús a los Cielos nos permite descubrir ese punto de encuentro entre el cielo y la tierra.

Con la Ascensión, Jesús no abandona a su Iglesia, sino que se hace presente de una manera distinta y sosteniendo la fe y el camino de sus discípulos y convirtiéndolos en sus testigos. No se aleja de ellos, sino modifica su manera de estar presente.

El verdadero creyente espera con firmeza un mundo nuevo y definitivo y no puede tolerar ni conformarse con esta sociedad llena de odios y mezquindades, manchada hasta la saciedad de sangre e injusticias, mentiras y violencia. Quien no lucha contra la injusticia no puede decirse verdadero testigo de Jesús.

Es la hora de salir al mundo

La Ascensión de Jesús al cielo significa que Jesús se ha liberado de las ataduras de este mundo y ha hecho posible, con su muerte y glorificación, que el mismo mundo y los hombres puedan liberarse, es decir, ser hijos de Dios. Se va al Padre, pero el Padre está en medio de nosotros, así que se queda con nosotros para que nosotros vivamos con los hermanos. Se va y se queda para infundirnos su Espíritu y enrolarnos en su causa. No es hora de andar con dudas y pasivismo.

Es la hora de salir a la plaza pública, de recorrer los caminos y las ciudades para dar a todos la gran noticia. La oración y la contemplación, indispensables en la vida cristiana, tienen sentido como alimento de la fe, para que nuestras obras sean las obras de la fe, y no las de los intereses o conveniencias. Creer en la Ascensión de Jesús no es quedarse con la boca abierta y los brazos cruzados.

Es entrar en acción, es hacerse cargo de la misión recibida, es poner a trabajar la esperanza hasta que el Señor vuelva y se manifieste la gloria de los hijos de Dios. Si le seguimos con la cruz a cuestas llegaremos a la gloria: por la cruz a la luz.

Creer en la Ascensión del Señor es encontrar el punto exacto donde se unen el cielo con la tierra, donde se ancla la esperanza del que lucha por un mundo nuevo, sostenido no por sus propias fuerzas sino por el Espíritu que nos ha concedido el Resucitado. La Ascensión es la conclusión triunfal de la vida terrena de Jesús y la culminación de su itinerario; y es el comienzo del “tiempo de la Iglesia”, inaugurada con el Espíritu Santo, prometido por Jesús.

Quien no tiene referencias ni puntos de apoyo, se pierde y queda suspendido en el vacío. Hay a quien el cielo y el reino de Dios no le dicen nada. Otros, por el contrario, presentan el cielo como única realidad. Así el hombre pierde su sentido. La propuesta de Jesús está expresada en el kerigma que ofrece a los discípulos: a través del dolor y la muerte llegar a la resurrección.

Partir desde el suelo para llegar al cielo. La tierra es el único camino que conocemos para ir al cielo y así nos lo ha mostrado Jesús. Tendremos, pues, que ser constructores de esperanza y forjadores de sueños que se encarnen en nuestra realidad concreta.

En esta fiesta de la Ascensión: ¿Cómo asumo mi identidad de discípulo de Jesús que debe dar testimonio de un reino posible, que se construye desde aquí en la tierra? ¿Conozco y acepto el camino de entrega que Jesús nos enseñó? ¿Soy portador de buenas noticias y anuncio esperanza a quienes sufren y padecen? ¿En qué se nota que soy discípulo de Jesús?