Una agenda de esperanza, el tema de la columna de Gabriel Espinoza. 8 de mayo de 2020
8 mayo, 2020La educación hoy
Gabriel Espinoza Muñoz
Nadie se salva solo, una agenda de esperanza.
“Detrás de la noche más oscura siempre hay la promesa de un espléndido amanecer”. Gibrán Khalil Gibrán.
Retomo palabras que escuché hace tiempo, cuando la pandemia que hoy nos golpea y que está en su semana más crítica; en aquel entonces ya había golpeado sin piedad a Asia y estaba atacando ya a Europa: “Hoy pareciera que vivimos la entrada a una noche, todo se ha oscurecido; nos sorprendió una tormenta inesperada y violenta. Hoy nos invade el miedo y la soledad. No sabemos qué hacer, cada uno ve para sí y decide para sí, no nos damos cuenta que estamos en una misma barca, nadie se salva solo” Hoy lo retomo y me hacen mucho sentido esas palabras.
La tempestad nos descubrió como sociedad. Hoy nos estamos dando cuenta que somos más frágiles de lo que pensábamos, que las seguridades que nos sostenían como sociedad no son tan seguras y que a pesar de pensar que éramos muchos, éramos tal vez muchas soledades caminando paralelamente.
Hoy también cuestionamos, hacemos juicios de manera rápida, hoy hay tantos epidemiólogos como hay entrenadores nacionales en época de mundial de futbol; ese es otro aspecto que nos descubre la tempestad.
La vida en el confinamiento no es fácil, las jornadas parecen eternas y de eso nos pueden platicar nuestros maestros y padres de familia que hoy tienen que jugar roles diferentes para los que no hubo mucho margen de preparación; los niveles de ansiedad también son altos pues si bien quisiéramos salir, sabemos el alto riesgo que corremos al hacerlo.
Como decía en la entrega anterior, hoy un microscópico virus nos tiene contra la pared, nos tiene encerrados, temerosos e inseguros. Este virus que tiene en un predicamento a la mayor potencia mundial que cuenta a sus muertos por miles todos los días (apenas ayer fueron más de 24 mil).
¿Pero acaso eso debe suceder también acá?
También dice el texto arriba citado, que todos vamos juntos así que si vamos juntos podemos remar juntos y juntos podemos salir bien librados.
La pandemia también nos ha mostrado eso, que somos parte de un todo, que pensando en el otro y cuidando al otro, podemos ganar todos.
Hoy vemos muchas manifestaciones de solidaridad, de apoyo, de sentido de unidad; también eso nos está dejando ver la contingencia. Claro, no es fácil aprender en la adversidad ni tampoco deseable esperar hasta que llega la tormenta para empezar a enderezar el barco.
Hoy vemos compañeros de viaje que dan la vida por los demás, todos esos que van y casi viven en los hospitales, que nos piden quedarnos en casa para ellos poder en algún momento poder regresar a ver a los suyos; vemos a padres, abuelos y maestros que acompañan a nuestros niños y niñas en este proceso de entender una crisis que se vive desde el encierro, que si bien nos da seguridad, ellos tal vez no la logran dimensionar plenamente; esos hombres y mujeres que no pueden quedarse en casa porque hay una misión que deben cumplir en la calle. Todos ellos son compañeros de viaje, héroes que no aparecen en las revistas, en los comerciales o en los reportajes.
La tempestad también nos está mostrando que vivimos vidas entretejidas, que lo que hago me afecta, pero afecta también a nuestros cercanos y aún a los no tan cercanos, nos muestra qué es lo que nos une, lo que nos puede hace ver como una gran familia.
Perdí la cuenta de cuántos días llevamos en este resguardo, escuché decir que iban 7 semanas, seguramente si, algunos nos resguardamos después y otros, aún no tienen esa posibilidad.
Como lo hemos platicado en otras entregas, en la libertad que tenemos, hay opción de ver la vida desde dos enfoques: ver lo que estamos viviendo solo como una tragedia o verla como una posibilidad de crecimiento como persona. Podemos ser de los que ayudemos o ser de los que necesitemos ayuda.
Todos podemos ayudar, no tiene que pasarnos lo que está pasando en otros lugares. Si hoy volteamos a ver las necesidades de quienes nos rodean y nos comprometemos con ellos, entre todos podemos construir una cultura de ayuda a los demás. Y la ayuda no necesariamente es ayuda material, que es muy importante, pero no la única; dar una razón de alegría, escuchar con paciencia a quien lo necesite, sonreír a los hijos, ayudar al vecino de la tienda o la panadería consumiendo ahí, estar al pendiente de las necesidades de los vecinos, llevar comida a quien lo necesita, atender con cariño a la familia, estar al pendiente de tu esposo o esposa, quedarte en casa si no es necesario salir, etc.
Hablar de una agenda de esperanza es hablar de entre todos construir soluciones, todos poner nuestro granito de arena y entre todos ir formado una nueva cultura de vida. Ir fraguando la cultura de que podemos confiar en que podemos vencer cualquier adversidad si nos vemos como una sola familia.
Los mexicanos hemos demostrado que ante la adversidad nos unimos y trabajamos codo a codo, sin embargo una vez que pasa la necesidad volvemos a nuestros hábitos cotidianos. El reto es ya no volver, es ser mejores a partir de esta tormenta.
Hoy en nuestro estado hay manifestaciones que nos hacen creer que esa agenda se ha comenzado a construir, que efectivamente puede haber un crecimiento social después de la pandemia y que nuestras nuevas generaciones puedan crecer con una lógica de convivencia mejor a la actual, donde nos asumamos como corresponsables del crecimiento del otro para que todos nos salvemos juntos.
Hasta la próxima entrega.