Sobrevivir vendiendo dulces, caramelos y cacahuates…
7 mayo, 2020Texto y fotos Alejandro Vizcaíno
Salamanca, Gto. Como desde hace más de 40 años, J. Guadalupe Fonseca Ortega, está ahí, debajo de uno de los portales del Jardín Principal, sentado en una silla ve transcurrir días atípicos, días de pandemia, días con poca gente en la calle, días en los que extraña a los amigos y a los clientes que han dejado de acudir a su pequeño puesto de dulces, cacahuates, semillas y cigarros.
“Es la primera vez que veo esta soledad, tengo 84 años de edad y desde que tengo uso de razón nunca se había visto una soledad tan inmensa en Salamanca, por la mañana hay algo de movimiento, pero entrando las 2 de la tarde esto se queda desierto, se queda solo”…
En medio de la soledad que hoy cubre al Jardín Principal, don Guadalupe recuerda los años en que inició el comercio en este emblemático lugar, cuando él instaló por primera vez su improvisado puesto con cabrillas y tablas de a 1 metro, solo estaba don Nico vendiendo periódico, doña Angelina vendiendo camote, biznaga y fruta crsitalizada, también estaba una señora que vendía dulces de leche.
J. Guadalupe Fonseca Ortega se casó con Reyna Gutiérrez Mendoza y Dios iluminó sus vidas con 10 hijos, como padres han cumplido a carta cabal y como pareja han compartido sus destinos, han fusionado sus almas y se han convertido en un solo ser… Ese vínculo de amor que les ha permitido recorrer un largo camino y salir adelante en todo tipo de situaciones, ese vínculo de amor los mantiene fuertes de corazón y con la esperanza de que pronto pase la pandemia y vengan tiempos mejores.
“Es malo que uno salga a la calle por la edad, uno ya está grade, ya está viejo, pero para uno que está acostumbrado a trabajar es más malo estar en la casa, la soledad en casa te acaba, te mata, por eso sale uno a trabajar, no tanto por el peso que se vende, sino porque aquí vemos mucha gente, platicamos con amigos, familiares, aquí está nuestra vida”…
Cada amanecer, don Guadalupe y su esposa Reyna dan gracias por la oportunidad de un nuevo día, encomendándose a Dios y cobijados por su amor, salen de su hogar y llegan hasta el portal del Jardín Principal para atender su pequeño negocio… Juntos enfrentan la amenaza del coronavirus y en tiempos de pandemia continúan escribiendo a una sola tinta los capítulos del atardecer de sus vidas.

