La Telaraña-internet, el análisis de Lázaro Uc Mas. 7 de abril de 2020
7 abril, 2020LA TELARAÑA INTERNET
Las noticias fluyen, como dicen viejas narraciones, como reguero de pólvora. En la actualidad, con la velocidad de internet.
Aquí estamos, cada quien con su celular, el más chico con su Tablet, pero todos metidos en el tema. Tratando de seguir la maraña de noticias, mensajes, datos, y lo más actual, memes sobre el avance, a todas luces, inexorable del virus. Nadie lo detiene. En menos de lo que canta un gallo, nos dicen que Irán se reporta como uno de los focos mundiales, Alemania le sigue, España está rebasando a Italia, Estados Unidos avanza peligrosamente, China parece retroceder un poco. Todo esto parece una carrera de caballos, pero no lo es. Más bien parece una carrera entre la irresponsabilidad, incompetencia y desatinos humanos.
Van dos días que nadie sale de mi casa, ni para mirar a la esquina. Para ir a la tienda de Don Paco que está a media cuadra, hay que rociar de gel la bolsa del mandado, las bolsas que se traen de la tienda, las suelas de los zapatos, entrar de puntitas, lavarse las manos y si tardaste mucho, un baño total. No quemamos la ropa nomás porque a ese ritmo nos quedaremos sin ellas y andar desnudos, pos no, tampoco tanto. Pero sí las guardamos para luego lavarlas cuidadosamente.
Aquí estamos, en la sala, cambiando constantemente la mirada de los ojos de los demás a la pantalla del celular. Los dedos se mueven rápidamente, ya saben, con esa habilidad ganada a través de años de teclear esas micropantallas de juguete. Siempre me he preguntado sobre esa rara habilidad de poder escribir a tal velocidad. Las letras de la pantalla pequeñas, fácil caben tres letras, no, hasta cuatro, en cada superficie de la yema del dedo. El largo de las uñas, sin ser exorbitantes, están lo suficientemente largas para no teclear con la punta del dedo, sino con la yema, ahí, donde fácil caben hasta cuatro letras de la pantalla. Hay que sumarle esa forma peculiar de tomar el “cel” de tal modo que los dos pulgares se mueven vertiginosamente a uno y otro lado, haciendo un tic, tac casi continuo, y sobre todo, preciso. Si, a cada movimiento, una letra. De pronto uno se recrea ante tanto derroche de precisión y seguridad. Salvo pequeñas pausas para corroborar, el derroche continúa.
Azucena: – Que el caso del enfermo de aquí, comenta que no salió desde que vino del otro lado.
Javier: – ¿A poco?, ¿tú crees? Eso es lo que dice. ¿Cómo saberlo?
Azucena: – Pues sí. No podemos comprobar lo que dice. Solo confiar o no. Dice que lo publica
porque alguien lo supo, lo difundió y recibe acoso y ataques por “face”. Qué gente, se
pasan.
Mamá de Azucena: – Debería demandar a quienes lo dieron a conocer y a quienes lo agreden.
Deberían ayudarlo. Voy a rezar por él.
Javier: – Nooooo, ahorita no, después. Ahorita hay que comer, tengo hambre.
Papá de Azucena: – Y cuál será la idea de estarlo agrediendo en “face” Si está enfermo pues ya.
¿Qué le pueden decir?
Azucena: – Mira, aquí dicen que en Moroleón apedrearon una casa porque alguien filtró
información de un enfermo.
Javier: – Aquí cerraron una calle, porque ahí vive alguien que dicen ya está envirulado.
Papá de Azucena: – Dice, dicen, dicen, ni siquiera comprueban un poquito.
Azucena: – En México ya son 1500 casos confirmados, en Guanajuato 50. La mayoría en León.
El más chico: – Oigan ¿Son poquitos no?. Nomás en mi escuela somos como 500, …humm
bien pocos.
Azucena: – El problema es que se contagia rápido, al haber muchos contagios, van a los hospitales,
pero los hospitales no tienen muchas camas y no los podrán atender. O sea, no hay
capacidad de camas, ni de enfermeras, ni doctores. Los enfermos rebasarían esa
capacidad. Eso es lo que teme el gobierno, que no puedan atender a todos, y si no hay
atención, se morirán. Si hubiera atención tienen más probabilidad de vivir.
Javier: – Dicen que a todos nos va a dar, pero que no nos dé al mismo tiempo, sino de poco a
poquito. Pues a mí que me dé primero, pero que no me muera.
Mamá de Azucena y también de Javier: – Cállate, no sabes lo que dices. ¿Ya le dijiste a tu amiguita
que ya no la vas a ver?. Mira, tu hermana ya no sale.
Javier. – Es mi novia…
Mamá de Javier:- Lo que sea.
Javier: -Si… ya le dije. Sólo nos vamos a ver el fin de semana.
Mamá de los tres:- ¿Es en serio? Hummmm… Debes revisar eso. Hay que aprender. Todos vimos y
escuchamos lo que dicen que pasó en Italia y en España. No se lo creyeron del todo y
ahora, ya no pueden regresar el tiempo.
Javier: – Sólo será este fin y ya.
Mamá de Javier:- Si tú le abres una ventana al peligro, aun sea muy chiquita, siempre tendrá una
oportunidad, pero si se la cierras, no tendrá ninguna. Sólo deben cuidarse, finalmente son sus vidas.
Javier: – Sólo será esta vez, ya verás. No salimos a ningún lado, sólo estamos ahí platicando.
Azucena: – Que ya detectaron más casos. Miren, ya hay en San Luis de la Paz.
El más Chico:- Que ya China tiene una vacuna.
Azucena:- No es cierto, se tardan como un año en hacer una vacuna, a lo mejor ya están en eso,
pero no creo que ya la tengan.
Javier: – Pues el primero que lo tenga, hará un buen negocio.
Y así, interminablemente, de un aspecto a otro del mismo tema. Desde la mañana hasta el mediodía. Desayuno, comida y cena. Los mismos temas, una y otra vez. Noticias, mensajes, conferencias, memes. Esas imágenes chuscas que recrean las diferentes opiniones, facetas, entresijos, grietas, argumentos, aspectos imaginarios, fantasmas, miedos, bromas, de un virus que se resiste. Esos memes que intentan hacer un poco divertido y/o sarcástico las diferentes situaciones cotidianas. Los diálogos se trasladan de la sala al comedor, del comedor al dormitorio, del dormitorio de vuelta a la sala. En los intermedios se oye el clic-clic de los 5 celulares, es por el momento el contacto con el exterior. Novi@s, amigos, familiares, son fuente de información, de comentario, de diálogo, de preguntas y dudas. Que si el enfermo ya mejoró y siempre no se murió, que siempre siguen siendo 2. Que ya detectaron más casos, que en China ya lograron controlarla. Que Italia se colapsa.
En el inter vemos dos películas, tirados en la cama, con sus respectivas palomitas y su coca cola de 3 litros, bien fría, como debe ser. Películas de acción, pero no las de “Resident Evil” y pelis parecidas. Es más, la segunda fue entre drama y comedia o comedia dramática. Para alegrarse el día y olvidar un poco lo de afuera. A nadie convence mucho, pero el título convoca. Así que todos votamos por “Enamorarla todos los días”. No estuvo mal. Y de vuelta otra vez.
El brillo y la opacidad de los ojos cambian constantemente. De pronto se pierden en un punto inexistente en el espacio, oyen y no escuchan, escuchan y cuesta trabajo entender, entendemos lo que podemos, queremos poder más, pero, solo oímos. Hablamos lo que entendemos para poder entender más, mientras, nos miramos a los ojos. A veces en pausas, a veces fijos, en el vano intento de alcanzar el pensamiento del otro. Las cejas se ciñen, se juntan, se alzan, se acompañan en lo que por ahora, se puede hacer, estar aquí. Duda, perplejidad, asombro, enojo, compresión, interrogación. Siempre de todo un poco, o un poco de todo. Para mirarnos entre todos, en pausas, saltando la mirada hacia unos o hacia otros. Escuchando y buscando el sentido de quien habla. Del significado profundo del decir. Pero eso no es nada, en el fondo de todas las miradas, de nuestros ojos, una pregunta se alza latente lentamente:
¿Qué pasará cuando un virus, que surgió en un lugar tan remoto como China, esté a la vuelta de la esquina de mi casa?