La Opinión de Lázaro Uc Mas
1 abril, 2020EL PRINCIPIO DEL FIN.
No tuve que esperar mucho. En breve, las sombras empezaron a moverse. Primero lento, luego cada vez más rápido. En menos de lo que termino de escribir, una docena de vidrios cayeron. La gente entró sin más consideraciones, al igual que las películas de pandemias y esas cosas. En un segundo volaron cuerpos sobre los anaqueles y estantes, apresuradamente sobre los carritos se ponían objetos de todo tipo, no faltaron los electrodomésticos, aunque no fueran precisamente electrodoméstico lo que se necesitarían en los próximos días.
Un día antes, el preciso había anunciado la emergencia sanitaria. Lo que antes fue objeto de contemplación en las salas de cine, se volvía realidad. El mensaje era claro y contundente. ¡Quédate en casa!, so pena de contraer el virus que se expande a todo el mundo. Como siempre, en el espacio de las calles, plazas y mercados, nadie sabe con certeza que es lo que realmente pasa, pero mientras sean peras o manzanas, veía entre mis miedos, azoros, y espantos, como asaltaban un supermercado.
Y no esperé más. Arranque la camioneta y la estacioné lo más cerca posible a una puerta. Como apenas empezaba el desmadre, encontré aún un carrito, mejor dos. A ver si puedo. Si pude. Me colé entre cuerpos agitados, pasillos llenos de miles de objetos irreconocibles. Dos se peleaban una maldita TV. No lo van a comer, pensé. Luego rectifique, es para ver las noticias. Tienen razón. Yo sólo busque comida. Atasque los dos carritos de atunes, frijoles, arroz, sardinas, huevos no pude. La pinche gente en su desesperación habían tirado los anaqueles y todos están rotos en el piso. ¡Pendejos!, les grité. Obviamente no me hicieron caso. Latas de conservas de verduras de todo tipo, bolsas de semillas que parecían comestibles. Obviamente no me iba aponer a leer las etiquetas para saber que eran exactamente y cuanto tenían. O que tan saludables eran. De todos modos ya sabemos que eso no es cierto. Ningún productor pone en sus etiquetas de que maldita cosa realmente están hechas. Todos sabemos que ponen mil y una cosa para hacerlas atractivas, pero nunca su verdadero contenido o por lo menos, lo disfrazan. Mercadotecnia le llaman.
Un día antes habían enfatizado. Tomemos las cosas con calma, todo este bajo control, no habrá desabasto de nada. El gobierno ha diseñado una estrategia que permitirá que la infraestructura sanitaria del país no colapse. Todos serán atendidos. Los enfermos claro. Contamos con los recursos necesarios para que todo aquel que lo necesite sea atendido debidamente. La desesperación no nos ayudará. No hagan caso a los apologistas del pánico. Por favor… por favor… por favor… Pero a muchos nos valió madres. Bueno, no tanto. En mi caso. Era por las dudas. A lo mejor sí, a lo mejor no. Yo no quería hacerlo. Pero la maldita duda no me deja. Si está bajo control, que chido, pero ¿y si no está? Y al pinche gobierno no se le puede creer, ¿cuándo has visto eso? Desde López Portillo todo ha sido un desmadre en los gobiernos. Ahí tenía a su negro Durazo que resulto una verdadera ratota. Más recientemente Calderón tuvo a su García Luna, preso ahorita en E.U. Así qué, ¿confianza en el gobierno? ¡Ni madres!. No lo han demostrado. Bueno, el preciso actual dice que si las puede, ha hecho algo, pero, pues, como que aún le falta demostrar, y no termina de ganar confianzas, menos cuando se apoya en unos hijos de su chingada madre que pa que les cuento. A ver, ¿Qué es eso de estar junto al dueño de TV AZTECA? No mames. Todos saben cómo hizo su riqueza, y los que no lo saben, investiguen cabrones, ahí está en internet. Igual que Slim, Larrea, y toda esa bola de putos. No, no hay confianza. Si López Obrador lo quiere, aún le falta mucho.
Me pase toda la puta noche pensando. Maldita sea. Abría y cerraba el celular. Entraba a “face”. Consultaba la página oficial. Veía otras noticias. La página oficial un dato, las noticias otros datos. Prendía y apagaba el televisor. Me calme un rato y me puse a ver la película “Virus”. No lo hubiera hecho. Terminó la película y aumentó la duda. Subí a los cuartos de los niños. Todo bien. De mi esposa. Bien. Le hablé a un amigo.
Yo:- oye wey, que piensas de este desmadre.
El wey:- Naaaa. Puro pinche teatro.
Yo:- ¿Lo crees?
El wey:- Si mira. Siempre es así cuando el gobierno quiere ocultar una cosa o está preparando algo. La famosa cortina de humo. Y si no es eso, pues son lo pinches empresarios, con eso de la sobreproducción y la necesidad de estabilizar la oferta y la demanda, a su favor claro.
Yo:- Puesss. ¿Puede ser, pero la gente se está enfermando y muriendo, ya viste lo de Italia y España?Yo:- Puesss. ¿Puede ser, pero la gente se está enfermando y muriendo, ya viste lo de Italia y España?
El wey:- No mames. La gente siempre se enferma y muere, mira los datos de la gripe y otras. Además ya somos muchos jajajaja. El mayor depredador del planeta. Que se mueran unos cuantos no pasa nada jajajajaja.
Yo:- Te pasas.
El wey:- Ya duérmete. Yo voy a trabajar mañana. Porque si no, no como.
A codazos y empujones saque los dos carritos. Ahí estaba el auto de una vecina de 70 años. Tire el contenido de los carritos en la camioneta y regrese por más. La misma historia. Empujones al por mayor, pero logre sacar otros dos carritos llenos. La vecina estaba con su nieto, un niño de 13 años. Juntos empujaban sus carritos hasta la madre de víveres y de papel higiénico. Me acordé, ¡puta madre! no llevo papel, y en chinga me voy por los que pueda. Aunque ya casi no había logré llenar dos carritos de papel higiénico, no se come, pero, pues, si todos llevan por algo será. Así que, arrollando a medio mundo Salí con mis incontables rollos de papel. Por lo menos mi culo estará limpió, pensé. En el trajín, este pensamiento me causó risa. Si no fuera por la prisa, me carcajeaba, pero no había tiempo.
Di como tres vueltas. Es que el super está cerca de la casa. Mi esposa y mis hijos ni en cuenta. Un cuartito que esta al fondo del patio sirvió como bodega, como pude estibe lo que había traído. Quise contarlos pero no, que hueva, ya están aquí y eso es lo que cuenta. Casi lleno el cuartito. Hasta me dio tiempo de ayudar a la vecina. Y hasta de llamarnos ladrones. Si, era un robo. Habíamos robado el supermercado. Yo y unas decenas más de gentes. Y mientras lo hacíamos escuchábamos que en otros lados, otras ciudades, otros barrios, otras colonias, sucedía lo mismo. O sea, no eran decenas, eran cientos, miles, millones quizás. Hace apenas unos días, era, como todos los demás, un trabajador que se creía responsable, normal pues. Trabajar de lunes a viernes, descansar el fin de semana, beber cerveza con los amigos los viernes, echarse una “peda” pues, y si se descuidaba un día entre semana, pues también, los sábados en casa y los domingos de futbol, como dice la canción. O de cine, con los niños. O al rio, a una carnita asada, más raro, pero si, de vez en cuando. ¿Robar?. Naaaaa. Sólo los dulces de mi compañera de trabajo. Sobre todo esos que traen como cacahuete envueltos en celofán naranja. Esos que desde que los empiezas a abrir sientes como pequeños temblorines en las yemas de los dedos y quisieras hacerlo más rápido. Como cosquillitas. Y aun antes de que lleguen a tu boca, ya sentiste el sabor que le espera. Y de pronto sientes como los lados de tu boca se inundan de una pequeña salivación que llegan hasta los dientes más internos. Las muelas pues. E inconscientemente tragas saliva rememorando el sabor de tus deliciosos dulces de cacahuate, no son tuyos, pero no importa, que cuando te los llevas a la boca, tu cerebro ya registró el sabor. Pero cosa chida. Cuando ya están en tu boca, recreas doblemente su rico sabor. Sólo son unos pinches dulces de caramelo, pero para mí, están mega ricos.
Era normal. Bueno, sigo siendo normal, miles hacen lo mismo que yo, así que. Sigue siendo normal. Lo normal es la norma, y la norma hoy es, prepararse para el encierro. Eso es lo que cuenta. Si, está bien, robé un poco, pero, si no lo hago, ¿cómo sobrevivo?, Si es que es verdad, pues ya la hice, porque si no lo es, pos ya me jodí. Puedo ser enjuiciado como ladrón. Pero, está la pinche duda, y si es verdad. Pues como dije. Mientras se aclara, yo sonrío. Mi bodega improvisada está llena. Dicen que son 30 días. Por mi pueden empezar. Estoy listo para la cuarentena.
Mundo, nos vemos en un mes.