La Fe en Tiempos del Coronavirus; la columna de Ulises Centeno. 25 de marzo de 2020
25 marzo, 2020“Dios con nosotros, con los que sufren y que a partir del caos siga actuando con el mismo ímpetu y amor a través de su bendición.”
Caruli
¡Hola! te saludo desde mi oficina, he dejado por un rato de lado el trabajo y me puse a observar a través de las ventanas, ¡qué grande es el colegio!, cuánta vegetación, escuchar varias especies de aves, percibir el pulso de mi corazón, ver revolotear mariposas y el brillo radiante del sol.
De pronto caigo en cuenta que ya son varios días en que nadie ha venido por un gis, un control, una bocina, un aviso o un reporte. Con los compañeros con quienes me he encontrado sólo hay un saludo o un gesto a distancia, con algunas breves charlas cargadas de escepticismo, dudas y algo de humor.
Pero sigue faltando ese bullicio, sí ese ruido que a veces es más fuerte, cargado de euforia en ocasiones o de murmullos llenos de amistad y alegría. Se nota la ausencia del juego, de las filas que van a los laboratorios o clases de cómputo de lo que da vida y sentido a una escuela… sus alumnas y alumnos.
La semana pasada te escribí animándote al trabajo desde casa: día a día tus maestras y maestros buscan maneras creativas de que sigas aprendiendo. Hoy me preguntaba ¿cómo estarán?, ¿cómo vivirán desde su edad los momentos que el mundo está padeciendo?, ¿qué tendrán que compartirnos y enseñarnos a los adultos?, ¿cómo estarán sus familias?
Navegando en las redes, encontré este relato de un sacerdote franciscano, P. Richard Hendrick, OFM, me gustó y quise compartirlo contigo:
“Dicen que, en Wuhan, después de tantos años de ruido, puedes escuchar a los pájaros de nuevo. Dicen que después de unas pocas semanas de silencio, el cielo ya no está lleno de humos, sino es azul y gris y claro.
Dicen que, en las calles de Asís, la gente está cantando en las plazas vacías, manteniendo sus ventanas abiertas para que los que estén solos puedan escuchar los sonidos de las familias a su alrededor. Dicen que un hotel, en el oeste de Irlanda, ofrece comidas gratis y entrega a domicilio. Hoy una joven que conozco está ocupada repartiendo volantes con su número de teléfono por el barrio para que los ancianos puedan tener a alguien a quien recurrir.
Hoy iglesias, sinagogas, mezquitas y templos se están preparando para acoger y proteger a los desamparados, enfermos, cansados.
En todo el mundo, la gente está desacelerando y reflexionando. En todo el mundo, las personas miran a sus vecinos de una manera nueva. En todo el mundo, la gente se está despertando a una nueva realidad. A lo grande que realmente somos. A qué poco control tenemos realmente. A lo que realmente importa: a amar.
Entonces rezamos y recordamos que Sí, hay miedo…Pero, no tiene que haber odio. Sí, hay aislamiento…Pero, no tiene que haber soledad. Sí, hay compras de pánico…Pero, no tiene que haber avidez. Sí, hay enfermedad…Pero, no tiene que haber la enfermedad del alma. Sí, incluso hay muerte…Pero, siempre puede haber un renacimiento del amor.
Sé consciente de las elecciones que haces sobre cómo vivir ahora. Hoy, respira. Escucha, detrás de los ruidos de las fábricas de tu pánico. Los pájaros cantan de nuevo. El cielo se está despejando. La primavera está llegando. Y siempre estamos rodeados de amor. Abre las ventanas de tu alma, y aunque no puedas… toca las plazas vacías ¡Canta!”
Confío que este tiempo nos hará aprender, nos permita pensar en los demás y reconocer nuestra fragilidad, pero sobre todo nos dé la oportunidad de agradecer a Dios y a la vida, por las bendiciones que a veces no sabíamos que teníamos.
Mi oración con ustedes queridos alumnos
Mtro. Ulises