La Voz del Pastor, Mensaje dominical del Obispo de Irapuato Enrique Díaz. 5 de marzo de 2023

La Voz del Pastor, Mensaje dominical del Obispo de Irapuato Enrique Díaz. 5 de marzo de 2023

marzo 5, 2023 Desactivado Por Redacción

En oración y contemplación buscamos la voluntad de Dios

San Mateo 17, 1-9: “Su rostro se puso resplandeciente como el sol”

Hay quien mira la Cuaresma como una larga estación que nos frena y nos pone en pausa, pero las lecturas de este día nos manifiestan todo lo contrario y nos presentan la Cuaresma, y la vida toda del creyente, como una búsqueda entusiasta, como una inquietud constante, como estar siempre en tensión hacia un objetivo: el verdadero encuentro con Dios y con su reino.

Desde las palabras dirigidas por Dios a Abram, exigiendo que deje su país y sus parientes, pasando por las recomendaciones de Pablo a Timoteo que le recuerda que Dios nos ha llamado para que le consagremos la vida, hasta las palabras de Jesús a sus discípulos que no les permite que se queden sólo en la contemplación, sino que  les ordena: “Levántense”, todo es una dinámica de búsqueda e inquietud que debe inflamar el espíritu del creyente.

Parecería que Dios tiene una especial predilección por las palabras que mueven y motivan: “Deja tu casa”, “Síganme”, “Levántense”.

Quien escucha la primera lectura y contempla a Abram instalado en su territorio, con sus posesiones y su parentela, difícilmente entiende que se entusiasme y que dejándolo todo, se lance en búsqueda de la tierra prometida, sostenido solamente por las palabras de un Dios que lo ha puesto en camino.

Va en búsqueda de una tierra nueva y sólo lo sostiene su fe. Es modelo de todo cristiano que debe ponerse en movimiento y buscar el ideal manifestado por el encuentro con Dios. Es el hombre de fe que cree en el Dios de las promesas y que en Él pone toda su esperanza.

Al igual que Abram que deja sus cosas y toma la fe como su brújula y estrella, que abandona sus razones terrenas y se fía de las promesas, ahora Jesús pide a sus discípulos una nueva aventura en la construcción de su reino.

Les ha anunciado su pasión y su muerte y les ha puesto radicales condiciones en su seguimiento. Mas no los deja en la oscuridad y les permite atisbar las razones de estas exigencias. Al transfigurarse, Dios mismo es quien habla y quien da su palabra para confirmar el camino de Jesús.

La transfiguración es un acontecimiento que busca animar y reorientar a los discípulos tan dispuestos a la búsqueda de los primeros lugares y tan reacios a la cruz. Manifiesta la gloria de Jesús y anticipa su victoria sobre la cruz.

Pero la transfiguración no tiene la intención de adormecer a los discípulos o asegurarles un triunfo terreno. Por eso cuando Pedro, en el éxtasis de la contemplación, propone permanecer en las alturas, contemplando el triunfo de Jesús, es despertado bruscamente e invitado a levantarse sin temor.

De la cruz a la luz

El camino de la resurrección siempre pasa por el camino de la cruz. La transfiguración nos descubre el verdadero sentido de la cruz. La voz venida del cielo ordena a los discípulos se fíen de la palabra de Jesús: “Éste es mi hijo… escúchenlo”.

Así, confiados en la Palabra, encontrarán la fuerza para bajar del monte y recorrer con el maestro el camino de la cruz. También para nosotros está dirigido el mensaje de Jesús: no puede ser verdadero discípulo quien se aísla de los hermanos, quien se instala cómodamente en la vida y tranquiliza su conciencia con visiones espiritualistas.

La única forma de escuchar a Jesús es siguiendo su mismo camino. Pedro que ha descubierto la gloria, que se ha extasiado en la contemplación, tiene ahora más razones para seguir a Jesús, pero no para quedarse adormilado.

Este segundo domingo de Cuaresma nos exige examinar si hemos purificado nuestro corazón y nuestras intenciones. Nos pone el ideal para que no nos perdamos en el camino, nos enseña el rostro resplandeciente de Jesús, pero después nos invita a que lo acompañemos en la marcha de cada día, en el trabajo con los hermanos, en la carga cotidiana de la cruz.

¿Qué estamos haciendo en esta Cuaresma que realmente nos lleve a dejar la indiferencia y a cambiar nuestro corazón?  ¿Nos hemos instalado y adormecido en comodidades?  La visión de un Cristo glorioso y resplandeciente, ¿nos compromete en la búsqueda de un rostro más humano en cada uno de los hermanos?