Irapuato, a 46 años de la inundación de 1973…
18 agosto, 201918 de agosto de 2019
José Juan Ramírez
Irapuato, Gto. (Opinión Bajío).- Ya son 46 años de aquella fatídica fecha, 18 de agosto de 1973, cuando Irapuato cambió a causa de una tragedia.
Las inundaciones han sido siempre una constante en esta ciudad, al ser una tierra plana y confluir varios ríos. La presa del Conejo representa para las viejas un símbolo de tragedia y dolor, mientras que para las nueva sgenraciones, que no han sufrido situaciones del calibre de la inundación del 73, es sólo una historia.
En ese año, símbolo de muchas tragedias, las lluvias fueron demasiado fuertes. Las presas de la Gavia, La Llave y La Sandía – así como la represa de la Sardina- fueron insuficientes. No aguantaron y una tras otra, fueron desbordandose y reventándose. Millones de metros cúbicos llegaron a la entonces Presa del Conejo, que era pequeña y que finalmente, no pudo soportar dicho peso.
Ahí salió a la luz la ineptotud oficial. Un día antes, en los medios de comunicación de entonces, se decía que el riesgo estaba controlado. 24 horas después, la realidad los alcanzó. Incluso, mucha gente no creyó los anuncios desesperados que lanzaban por la radio y por los altavoces de las patrullas, de que “ya venía el agua”.
El mediodía de ese 18 de agosto de 1973, Irapuato cambió para siempre. El agua llegó por lo que ahora es avenida Arandas; al llegar a donde están las vías del tren,. ahora el puente Visión XXI, a un costado de la Comer, se contuvo unos minutos. Después, al rebasar esa última barrera, el agua, como si tuviera vida, invadió calles, casas, avenidas. Irapuato fue su presa. Ese sábado, que por la noche volvió a estar oscuro y con lluvia, cambió para siempre a la ciudad.
Hubo muchas víctimas. Hasta el momento no hay un conteo oficial. A muchos no los volvieron a ver.
En varias ocasiones, el historiador de la Ciudad, Martín Martínez Hidalgo, ha mencionado que la inundación del 18 de agosto de 1973 fue un antes y un después, al cambiar un pueblo de adobe a una ciudad de cemento y ladrillos. Dolorosamente, pero Irapuato ya no fue el mismo.
La pregunta que ahora, 46 años después permanece, es si Irapuato y sus habitantes están preparados para afrontar una tragedia de esa magnitud, que tomando en cuenta el crecimiento territorial y demográfico, sería catastrófico.
La Inundación del 73 debe ser un mensaje perenne de que los irapuatenses no pueden bajar la guardia y siempre deberán estar en alerta, porque la sombra del agua por sus calles, está latente…